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Basílica de San Francisco el Grande

Donde ahora está la basílica, anteriormente hubo un convento franciscano. La leyenda nos cuenta que fue fundado por el propio San Francisco de Asís en el año 1217. Más tarde, Madrid llegó a ser capital bajo el reinado de Felipe II y el convento cobró mayor importancia. Se le nombró custodio de los Santos Lugares conquistados por los cruzados.

Fue Carlos III, en 1760, quien ordenó la construcción de una basílica neoclásica que sustituyera al convento. Lo más destacado de la basílica es su cúpula, diseñada por el arquitecto Francisco Cabezas y que tiene más de 33 m de diámetro. Debido a su colosal tamaño, las obras tuvieron que suspenderse durante 20 años hasta que semejantes proporciones dejaron de ser un problema técnico. La terminación de la basílica fue llevada a cabo por Francesco Sabatini en 1784.

La desamortización de Mendizabal también afectó a San Francisco El Grande y en 1835 las autoridades decidieron que su finalidad debía ser un cuartel de infantería. Tras lo cual, la basílica sufrió una gran reforma en 1878.

La fachada está dominada por la cúpula y dos campanarios con 19 campanas, once de las cuales forman el carillón de la iglesia. Las siete puertas principales fueron talladas en nogal por Juan Guas, bajo la dirección del escultor Antonio Varela. La imagen central sobre las puertas es de Cristo crucificado con la Fe y la Esperanza a sus pies. A ambos lados aparecen los dos ladrones del Calvario. Los paneles de las puertas contienen escenas bíblicas. En el interior de la basílica hay varias pilas de mármol de agua bendita soportadas por ángeles de bronce.

Los franciscanos no regresaron hasta el año 1926.

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