“La fuente donde el agua llora”: Madrid (y París), siglo XX, en cuatrocientas páginas.
“Hay guerras que se libran delante de nuestros ojos, y lo hacen sin trincheras. Guerras que no dan tregua”. Esta es una de las ideas en las que Lola Moreno, historiadora que acaba de presentar en el Ateneo su segunda incursión en el mundo de la novela, centra su viaje crítico al convulso pasado de nuestra ciudad y nuestro país. La Gatera de la Villa ha tenido la ocasión de compartir con ella detalles de este viaje en el que ha dejado muy pocos títeres con cabeza, salvo algún hombre íntegro de aquellos que supieron mantener la cordura en tiempos de locos."
En principio, si enumeramos de sopetón el desastre de Annual, los fusilamientos de Paracuellos del Jarama, la evacuación del Museo del Prado y la matanza de los abogados de Atocha, dan ganas de atrincherarse tras el sofá Kalashnikov en mano ante el pavor que despiertan aquellas tragedias con solo nombrarlas. No es para menos, pues representan los momentos más oscuros de un siglo de los totalitarismos que dejó abundantes zarpazos en suelo español. Sin embargo, “La fuente donde el agua llora”, lejos de ser una crónica de calamidades pasadas, es una historia novelada, o novela histórica, tanto monta, monta tanto, donde encontramos senderos de esperanza para épocas de crispación como la actual, donde también se libran a diario guerras sin trincheras y sin pistolas.
María Dolores Moreno Burgos (Almazán, Soria, 1956) ya hizo sus primeros pinitos en la ficción hace unos años, con “La identidad perdida”, publicada bajo el mismo sello editorial, y donde se nos hablaba de otro episodio, el de los “niños de la guerra” que acabaron sus días en México. Un episodio del que muchas crónicas oficiales nos habían contado la historia, pero no la intrahistoria. Ahora, con su nueva obra, nos propone recorrer la intrahistoria de varios personajes -unos identificables con individuos o arquetipos concretos, otros netamente ficticios- que pasean, principalmente por Madrid, pero también por Marruecos, Francia y los campos de Castilla, desde la década de 1920 a la de 1970. Encontramos, entre otros escenarios, la clínica del Dr. López Ibor, la Cárcel Modelo de la Moncloa, el Metro de las líneas antiguas... El Madrid de los diarios de la guerra de Mikhail Koltsov o el de la radionovela Ama Rosa.
-(La Gatera de la Villa). Nombre curioso el de este libro. ¿De dónde viene?
-Viene de un verso de uno de mis poetas favoritos Antonio Machado, aunque el original es “La Fuente donde Llora el Agua”.
- Los primeros párrafos de la novela arrancan en 1977, un año de incertidumbres como el actual, donde coexisten los estertores finales de una era (política, económica y cultural) con los primeros balbuceos de la siguiente. En la Transición de 1977 había pistolas. En Atocha y en otros sitios. En esta segunda transición donde andamos metidos hoy en día no hay pistolas, pero sí hay otras violencias, caso de la mentalidad de trinchera y del “y tú más” que impera en varias tertulias de la televisión ¿Será posible nuevamente la concordia?
-No es que sea posible, es que debe serlo. Hemos llegado a esta situación, porque quizás hubo demasiada condescendencia en la Transición con el trato que se dispensó a todos aquellos que habían contribuido a la represión en la época franquista. Se decretó una amnistía que era como decir borrón y cuenta nueva para olvidarse de todos aquellos que habían luchado, tanto durante la guerra, como después de la misma por defender la libertad y la democracia. En definitiva se echó tierra sobre los miles de cadáveres que dejó sembrados el franquismo en las cunetas y en las tapias de los cementerios y esto no fue justo. Todos fuimos responsables, en las caras de los antifranquistas todavía se reflejaba el miedo a una involución y eso cerró la boca de todos. Hoy día cuando han pasado casi cuarenta años de la muerte de Franco y treinta cinco de la Constitución, nuestra democracia está más que asentada, somos miembros de pleno derecho en la Unión Europea y el miedo ha desaparecido, por otro lado la crisis económica bestial que estamos viviendo ha sacado a la luz toda la porquería que se escondía de debajo de las alfrombras, poniendo en entredicho la honradez de los políticos y las Instituciones así como de la monarquía. Entonces es ahora el momento de decir ¡BASTA! ¡Hasta aquí hemos llegado! Tenemos que volver a rehacer lo que en su día se hizo mal y para ello necesitamos creer de nuevo en unos ideales y sobre todo renovar todos los valores de la democracia. Pero esto hay que hacerlo como lo hemos comenzado, en paz, en convivencia y con la única fuerza que nos dan los votos en las urnas.
-La Guerra de 1936 no fue un episodio aislado en la Historia. Tiene raíces, en gran parte, en las guerras de carlistas contra liberales del siglo XIX. También sus militares venían del conflicto colonial de Marruecos, que dejó reventados a muchos españoles como años después el de Vietnam lo haría con muchos norteamericanos. Es tremendo cómo la Historia (y la literatura que emana de ella) tiene capítulos casi idénticos en varios siglos y en varios países. El doctor Watson de Arthur Conan Doyle es un médico militar de las guerras de Afganistán, allá por el mil ochocientos y muchos. Hoy, en 2015, sigue habiendo guerra en Afganistán con participación de los británicos, a la espera de que los novelistas saquen personajes de esa cantera. La frontera africana de España era un cementerio en 1921, y lo es en 2015, aunque entonces había españoles que iban para allá y ahora hay africanos que vienen para acá. ¿Hay rincones de la geopolítica que están condenados al conflicto?
-Pues pienso que mientras no seamos solidarios con aquellos que menos tienen, que los países ricos sigan aprovechándose de estas situaciones de pobreza y de enfrentamientos, ya que es de dónde sacan su mayor provecho, sí, sin duda serán rincones condenados a conflicto.
-Más dosis de “eternos retornos”. En Madrid, los autobuses que usan los represores “rojos” en 1936 para trasladar a sus víctimas son los que usarán los represores “azules” mucho después para llevar “rojos” desde la Complutense a la DGS. El totalitarismo se autorreplica a sí mismo de unas épocas a otras. La ingenuidad de los que pretenden combatirlo, también. Los maquis que en 1944 pretenden reconquistar España por el Valle de Arán se encuentran el mismo obstáculo que el Ché Guevara en Bolivia: una población rural conservadora que pasa olímpicamente de sus utopías.
-Es cierto, todas las situaciones se repiten porque los extremismos juegan todos con las mismas cartas, digamos que aprenden unos de los otros. En cuanto al paralelismo que apuntas sobre la invasión del Valle de Arán y el Ché Guevara en Bolivia, hay una gran diferencia. Los republicanos que fueron a “reconquistar” el Valle de Arán iban totalmente engañados, respondían a unos intereses de partido y de los políticos que les interesaba continuar la guerra por motivos que no vamos a exponer aquí porque sería bastante largo y además la población española estaba harta de guerra. No así la incursión en Bolivia del Ché que lo hizo con guerrilleros convencidos, aunque la población rural siempre es muy conservadora.
- A pesar de estas tragedias cíclicas, la novela es un canto a la integridad y a la sensatez. Hubo gente que a pesar de todo dijo “NO” al totalitarismo incluso viniendo de posiciones conservadoras. En el propio ejército. Hubo gente que fue víctima, pero no quiso ser vengador, y que dijo “NO” al “todo vale”, y que se enfrentó a los oportunistas y a los pícaros. Los vacíos de poder que dejan las sucesivas guerras, revueltas y cambios de gobierno eran aprovechados por una serie de pícaros que se nutrían de este tipo de acontecimientos, no ya en las cúpulas políticas sino a nivel del pueblo llano. La guerra les vino muy bien para pisotear al vecino, a la familia, a quien fuera, con tal de avanzar unos milímetros en su mediocridad. Los “don nadies” que gracias a sus trapacerías pudieron ser “alguien”. Otra lección de la novela es que al final el tiempo siempre acaba poniendo en su sitio a estos “don nadies” y los condena a su verdadero lugar, a la irrelevancia.
-Mira, las guerras siempre sacan lo peor del ser humano y la Guerra Civil española no fue una excepción. Se manifestaros los odios ancestrales como la envidia y la avaricia, y por supuesto las delaciones para arrebatar a los que tenían una posición más acomodada que los “don nadie”. Pero precisamente también creo que siempre hay personas honradas en todas las situaciones y en todos los tiempos que ponen el punto de cordura ante estas arbitrariedades y por supuesto el destino o como quieras llamarlo que siempre pone a cada uno en su sitio.
- Las grandes salvajadas del siglo XX las hacen tanto los militares como los civiles fanatizados. En el bando nacional del 36 son los que llenan las cunetas de cadáveres (y los que robarán o segregarán niños en la posguerra). Por otro lado, los elementos más radicales del bando republicano, como los anarquistas, piden “Armas para el pueblo”, armas que en gran parte sirven para canalizar envidias personales y vendettas totalmente ajenas al mundo político o militar. Si Fulano lleva sombrero o traje, está claro que es “fascista”. Si Mengana me ha quitado al novio, está claro que es “fascista”. Y se pasa por las armas a Fulano y Mengana. Estas actitudes, lejos de hacer daño al fascismo de verdad, lo fortalecieron, porque le dieron un arma propagandística formidable. Franco podía asociar “izquierda” a “violencia” e incluso a “crimen organizado”. Vemos cómo los republicanos liberan a delincuentes comunes de la Cárcel Modelo para mandarlos al frente, desoyendo los consejos del propio Marx, o de Pablo Iglesias (el del siglo XIX), que recomendaban no confraternizar nunca con el lumpen. ¿Se buscó la República al menos parte de su derrota final en el 39?
-Sin ninguna duda, la división entre los combatientes, por otra parte tan diversos, fue uno de los motivos por los que la República perdió la guerra, entre otras cosas. A lo largo de la historia vemos que los de la derecha siempre están unidos, porque tienen muy claro cuáles son sus intereses y sus enemigos de clase. Aunque insisto, como dices la violencia, la envidia, la intransigencia y las delaciones se dan en todos los individuos, sean de la clase social que sean. Y pos supuesto todos tenemos que regirnos por una moral y unos valores seamos de la ideología que seamos, de lo contrario solo obtendremos el fracaso y la destrucción de la sociedad.
- Podemos decir, sin miedo a desatinar mucho, que entre el inicio de la democracia y la década de 2000 se estudiaron del todo los aspectos meramente cuantificables de la Guerra Civil Española. Miles de muertos que hubo por cada bando, autorías de los crímenes, estrategias de cada general, población que secundó a cada facción en cada provincia, fabricantes y planos de cada tanque o de cada submarino. Sin embargo, novelas como esta ahondan en aspectos que son de plena actualidad, por las razones que hemos apuntado antes al hablar de Vietnam. Los lastres que deja una guerra para las generaciones siguientes: En América, miles de soldados con trastornos psiquiátricos. En el propio Vietnam, campos de minas sin desactivar. En 1950 la mayoría de los edificios de Madrid estaban reconstruidos, pero quedaban otros campos de minas en forma de quiebra moral de una sociedad. Muchas personas, todavía en 2015, se preguntan ¿Quién es mi verdadera madre? ¿Ha sido gran parte de mi vida una pantomima?
-La guerra civil española ha sido muy estudiada por historiadores de todas las ideologías y de varias nacionalidades y se conoce bastante bien a estas alturas gran parte de lo que apuntas en la primera parte de tu pregunta. Pero también hay aspectos que nunca se han valorado lo suficiente como las secuelas psicológicas que dejaron en las personas y en las familias. A los vencidos no solo se les condenó a muerte o a cumplir una determinada condena, sino que también se les humilló haciéndoles trabajar gratis con la famosa pantomima de la ley de redención de Penas por el Trabajo, o sea que no sólo les privaron de vida y libertad, sino que además se vieron condenados a trabajar forzadamente, sin ningún derecho, justo todo lo contrario que por lo que lucharon miles de trabajadores de nuestro País. También les arrebataron a sus hijos, que ahora está saliendo a la luz que la mayoría fueron vendidos a familias afines al régimen y que su destino fue cambiado por completo. No hay por tanto justificación ninguna para privar a un ser humano de su verdadera identidad, ni antes, ni ahora, ni nunca.
Fotografías por Mario Sánchez Cachero
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