El tamaño del primer Madrid.
El Madrid de sus primeros pobladores árabes tiene murallas. Tiene un gobernador puesto por Mohamed I, Ubayd Allah banu Salim, seguramente del linaje de los Banu Salim que dio nombre a Madinat Salim (Medinaceli, en la actual provincia de Soria). Hay documentación sobre 22 ulemas o sacerdotes del Islam vinculados de alguna manera u otra a Madrid. A Madrid se retiraba gente a hacer ribat (vida de retiro y devoción, con participación esporádica en acciones bélicas). No muy lejos del lugar hay una cadena de atalayas, o torres de unos 13 metros de altura por 6 de diámetro, que comunican con la sierra a modo de telégrafo óptico, para hacer señales con hogueras y pasar mensajes de cerro en cerro. Se conservan de esta cadena las atalayas de El Berrueco, Arrebatacapas, Venturada, El Vellón y Torrelodones, y hay topónimos que sugieren la presencia de otras tres en Algete, Alcobendas y El Pardo.
Se cree que surge Madrid como un enclave militar de la época de Mohamed, que nace para tener el ojo puesto en enemigos externos (Asturias) o internos (Toledo). Este enclave es, en su estado inicial, muy pequeño. Por el norte llegaba a la Plaza de la Armería. Por el sur, al extremo norte de lo que ahora es el Viaducto de la calle de Bailén. Por el oeste, a los muros más occidentales de la catedral de la Almudena, y por el este, a la calle del Factor y al centro cultural de los italianos. El perímetro que abarcan sus murallas cabe en un cuadradito de unos 200 por 200 metros.
¿Puede llamarse a eso ciudad? La cuestión ya interesaba al cronista decimonónico Ramón de Mesonero Romanos, que en su tratado El Antiguo Madrid de 1861 estimaba que el Madrid de entonces no debía albergar gran cosa, puesto que no han llegado a la posteridad grandes edificios de esa época como los que sí se conservan de otros puntos de la España islámica. Sí queda un trozo de muralla árabe original, que se conserva en el justamente bautizado (a finales del siglo XX) como Parque del Emir Mohamed I, y que tras sufrir largos años de abandono y vandalismo ha sido restaurado en 2011. Todavía hoy el tema de qué había tras ese muro divide a los arqueólogos. El origen de Madrid sin duda es militar, pero toda base militar a menudo requiere de presencia de civiles para la logística y el abastecimiento, por lo que es casi seguro que entre esas murallas, aparte de cuarteles para los soldados, dormitorios para los ascetas-soldados del ribat y establos para los caballos, existieron algún tipo de casas de construcción más o menos endeble. Los grandes movimientos de tierra que se hicieron en los siglos XIX y XX para la construcción de la catedral de La Almudena tuvieron que toparse sin duda con vestigios de aquella época, que la ausencia de legislación adecuada sobre patrimonio histórico impidió documentar debidamente, por lo que seguramente irían a parar a la escombrera. La reciente excavación en la Plaza de la Armería para la construcción del Museo de Colecciones Reales tiene todavía que proporcionar sorpresas a los curiosos del siglo XXI, y sacará a la luz nuevos datos.
La importancia de lo que hubiera dentro de ese cuadradito de 200 metros debió ir aumentando con el tiempo, y un siglo más tarde ya había algo más que militares y ulemas, pues allí vivió el filósofo Maslama-al-Mayrití, (literalmente, Maslama el Madrileño) del que sabemos que tradujo al árabe obras de Ptolomeo y que introdujo en Córdoba las doctrinas de una sociedad iraquí llamada Los Hermanos de la Pureza cuya filosofía gnóstica y neoplatónica estaba censurada en Bagdad. Maslama murió alrededor del año 1007.
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