La banda Colomo no robó la Gioconda

La banda Colomo aparece en escena. Picasso, Apollinaire, Hugué y Fernande se mezclan entre risas con el director madrileño. Podrían ser perfectamente un auténtico gang francés de principios de siglo pasado pero no, son los actores principales y el director de La banda Picasso

Colomo asegura que pese a haber hecho veinte películas ésta no es una más. Y debe de ser verdad porque le ha dedicado un gran esfuerzo; sólo el guión le ha llevado ocho años, por primera vez ha creado un storyboard e incluso se obligó a sí mismo a aprender francés. Más de cien libros ha comprado para documentarse, una obsesión que según cuenta le ha perseguido incluso tras la película. Y es que el pintor malagueño le impresionó desde que con unos 15 años vio Las señoritas de Avignon y no supo si salir corriendo o guardarse la imagen, “es un cuadro que creo que me ha perseguido toda mi vida y creo que quería descifrarlo un poco… incluso pensé en terminarlo”, bromea.

Hasta aquí el porqué de un filme que ha sido una pequeña torre de babel. Francés, español, alemán, italiano o húngaro es lo que se hablaba durante las seis semanas de rodaje en Budapest y media en París, aunque ninguno entendía todos los idiomas. Para una grabación tan veloz la preparación había sido máxima: llegaron a ensayar en un apartamento que Colomo alquiló en París, grabando con su propia cámara de fotos. Así es como han conseguido contar una historia increíble pero absolutamente real. Tanto Picasso como Apollinaire (amigos y residentes en París) fueron sospechosos del robo de la Gioconda en 1911. La película relata la vida de Picasso y sus amigos durante los cuatro años anteriores, unos jóvenes gamberros que no tenían ni un duro pero sí mucho talento. Y no sólo eso, también nos habla de la amistad, de las relaciones entre unos y otros y de cómo algunos eligen el camino del éxito a toda costa. Ignacio Mateos encarna a un Picasso muy humanizado, que aún no es el genio que se conoce y que en palabras de Colomo, “es un tipo que por un lado amas y por otro, le matarías”.

No se trata de una comedia y de hecho para algunos personajes la historia es un auténtico drama, pero el tono es esencialmente humorístico y pese a la enorme cantidad de información que se aporta al espectador, los hechos se deslizan ante nuestros ojos con una naturalidad y ligereza dignas de admirar y de agradecer. El tono tiene que ver con la juventud y la forma de ser de los protagonistas, un relato incluso un tanto iniciático, cosa que no es casual pues Colomo comentaba que siempre le ha atraído más el momento en el que se pasa de joven a mayor y añadía, “la verdad es que yo siempre he contado la misma historia: un señor que llega a un sitio que no es el suyo y que tiene que adaptarse”. Es el caso.

Picasso y Manolo Hugué han salido corriendo de España a la vecina del norte, no tienen muchos años, nada en los bolsillos y una enorme cantidad de ingenio. Por mucho que les suene actual, no ha sido aposta sino que en palabras del director, “la vida es la que nos va haciendo guiños”. Como todo un guiño es que Ignacio Mateos sea de Málaga, bajito, moreno, artista y haya vivido en París… de su mano descubrimos otras figuras fascinantes. El escultor catalán Manolo Hugué (Jordi Vilches) es todo un pillo lleno de sabiduría y sobre todo, un verdadero amigo para el malagueño. Y como de amistad va la cosa, también es esencial la relación con Apollinaire (Pierre Bénézit), un tipo más que peculiar, de una buena familia de origen ruso-polaco. Este poeta locamente enamorado de la pintora Marie Laurencin (Louise Monot) será quien reciba el revés más duro, pero hasta ese momento seguro que nos sobra tiempo para cogerle cariño. También despierta ternura el escritor Max Jacob (Lionel Abelanski) cuyo mayor amor no es ninguna mujer u hombre sino el éter, pasión que le causa serios problemas. Menos apreciado sin duda resultará “El Barón” (Alexis Michalik) un vividor sin el que la historia no tendría sentido. Pero no se puede dejar en el tintero a Georges Braque (Stanley Weber), un auténtico trampolín para el protagonista, su forma de ser y su capacidad de relacionarse son el camino para dar a conocer el cubismo. Y para terminar el repaso quién mejor que la bellísima Raphäelle Agogué. Ella es la encargada de hacernos conocer a la primera pareja de Picasso, Fernande. La actriz consigue acercarnos a la modelo que arrancaba locos arrebatos de celos a Picasso, una mujer de la que se solía decir que era superficial en extremo y que a través de Agogué nos hace sentir su propio cariño o decepción ante el genio.

En resumen, Colomo hace desfilar ante nuestros ojos a un selecto grupo de genios que no son sino unos amigos gamberros con tantas ganas de comerse el mundo, que lo devoran. A partir del viernes 25 podemos conocer a esta peculiar banda del Bateau-Lavoir que si no robaron la Gioconda, desde luego nos robará algunas risas.

Fotografías por Elvira Martínez.

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Elvira Martínez

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